El muerto no se va al hoyo, comparte con el vivo el bollo

Si la gastronomía mexicana no fuera la mejor, ¿por qué regresarían entonces los muertos a disfrutar de ella cada 1 y 2 de noviembre? Durante estas fechas, los habitantes del Mictlán (inframundo) salen de sus tumbas y, guiados por la luz de las velas en los altares del mundo de los vivos, emprenden su viaje a través de un camino de pétalos de cempasúchil. El copal ayuda a que las almas entren a sus casas sin peligro, siendo luego purificados con la sal y recibiendo una bienvenida de colores y aromas diversos. Una vez en casa, se hidratan con un vaso de agua y degustan mole, arroz rojo, pan, algún licor y/o alguno de sus platillos favoritos, para luego regresar al mundo de los muertos con alegría y vitalidad.

Además de los alimentos ya mencionados, las flores, la imagen del difunto, las calaveras de azúcar y el papel picado, en la celebración mexicana del Día de Muertos nunca se puede omitir al pan de muerto. ¿Por qué? La respuesta está en su nombre, pues para los mexicanos, este pan representa a los que ya no están y nos permite recordarlos dentro y fuera del altar.

a lit up city at night

Muchos aseguran que este manjar del inframundo surgió en la época de la conquista, cuando los españoles “convencieron” a los mexicas de que utilizaran un pan en forma de corazón cubierto con azúcar de color rojo como ofrenda a los dioses, en lugar de sacrificar humanos para tomar sus corazones. Sin embargo, aunque esta historia suena emocionante, es solo un mito, pues el pan que hoy llamamos “de muerto” surgió hasta el siglo XIX.

El trigo llegó a América junto con los españoles. Se dice que un esclavo encontró tres granos de este cereal dentro de un costal de arroz y los sembró. Poco a poco, con la llegada de religiosos al nuevo mundo, el trigo empezó a tomar importancia y a utilizarse con frecuencia dentro de muchos conventos, quitándole el lugar al pan de maíz, una preparación prehispánica de la cual pudo haber derivado el pan de muerto.

El pan de muerto es un pan cien por ciento mexicano, pues no se prepara en ninguna otra parte del mundo y su forma, sabor y variaciones regionales son completamente originales. Usualmente, este fermentado que comemos para poner simbólicamente a nuestros seres queridos en nuestro interior tiene una forma circular que representa al ciclo de vida y muerte, cuatro “huesos” que figuran los puntos cardinales consagrados a los dioses o al cuerpo del difunto y un cráneo. La esencia de azahar o la ralladura de naranja son ingredientes comunes para que el pan atraiga a los difuntos al altar, aunque también se llega a usar el agua de anís para el mismo fin.

La forma del pan de muerto, su método de preparación y sabor son distintos en todo el país. Algunos mexicanos lo preparan con ajonjolí, otros lo bañan con mantequilla y azúcar, aunque también hay quienes lo hornean en forma de cruz, rosca, mariposa, conejo o cocodrilo y lo decoran con azúcar de colores o figuras de flores; todo dependiendo de la región y costumbres de quien hornea.

“Comer muertos es para el mexicano un verdadero placer, se considera la antropofagia de pan y azúcar. El fenómeno se asimila con respeto e ironía, se desafía a la muerte, se burlan de ella comiéndola. – José Luis Curiel en “Azucarados afanes, dulces y panes”.

Este Día de Muertos te invitamos a probar el pan de muerto de temporada y a descubrir su auténtico y tradicional sabor. Si colocas uno en tu altar, recuerda no comerlo al día siguiente, pues tu difunto se llevó todo su sabor y esencia en la noche y ya no te sabrá rico.

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Por último, te compartimos un video con la receta y preparación del pan de muerto por el maestro Yuri de Gortari, cocinero especialista en la gastronomía tradicional mexicana, para que sigas sus indicaciones y prepares un delicioso pan de muerto junto con tus seres queridos en esta fecha tan especial.

 

Artículo por: María José Ordóñez Platas